Érase una vez una cerveza fría, cuentos de hadas y clima laboral

22 de septiembre, 2022

Son como un unicornio, parecen casi más un animal mitológico que una realidad. Pero existen. Hay ciertas certezas en la vida que comparte casi todo el mundo, como que a nadie le gusta la cerveza caliente o salir de la cama un día de frío. Son verdades universales e indiscutibles. Y en el mismo nivel se encuentra el deseo de todo el mundo de sentirse bien con su trabajo y el entorno en que lo realiza. 

No sé tú, pero yo no necesito más de dos segundos para elegir entre tener un sueldo elevado bajo unas condiciones laborales que ponen en riesgo mi salud física y mental, o un sueldo más moderado en un entorno laboral que me enriquece, motiva e invita a crecer cada día, en el que se trabaja por mejorar las condiciones y la experiencia de los empleados en sus puestos y en la compañía en general. 

Y vaya, parece que están de acuerdo conmigo el 94% de las personas trabajadoras. Como empleadas/os, según la generación a la que pertenezcas, te habrán enseñado a dar las gracias por, sencillamente, tener un trabajo que te ayude a pagar los gastos de la vida. O habrás crecido en un contexto que grita “hasta aquí hemos llegado” entendiendo que hay ciertos límites a los que no vas a renunciar ni por un sueldo estratosférico. 

Tal y como comentaba mi compañera Iris en su artículo sobre las ventajas de contar con diversidad generacional en las empresas, que las personas nos plantemos ante ciertas condiciones en el trabajo se debe, en gran parte, a la entrada al mercado laboral de Millenials y Generación Z, quienes han crecido bajo la sombra de adultos que aguantaban cualquier condición con tal de percibir un salario más alto o alcanzar puestos de más poder. 

Esto ha supuesto un cambio de paradigma tanto para las empresas como para las generaciones predecesoras, posicionando condiciones como contar con un clima laboral adecuado por encima de otras que podríamos denominar como “más cuantitativas”. Y, no, no te alarmes, no estoy hablando de aceptar percepciones salariales por debajo del valor de nuestro trabajo a cambio de un buen clima laboral -claro, que esto queda en los objetivos y valores de cada persona-, tan solo abro el melón del tan manido “el salario no lo es todo”, ambicionando salud en lugar de reputación. 

Con las bases sentadas, pasemos a la parte que le toca a las empresas. Si una organización cuenta con un número elevado de personas a su cargo, ¿cómo es posible conocer la situación personal y global del ambiente de trabajo? Fácil: tomando la temperatura. Existen diversas herramientas, como encuestas de satisfacción, de pulso y/o sondeos del clima laboral que pueden ir desde una sencilla pregunta con opciones de respuesta muy generalizadas, o un cuestionario elaborado en que se traten temas particulares que preocupen a la totalidad de trabajadores/as de una empresa.

La clave es preguntar, generar espacios en que todas las personas puedan expresar de forma anónima su grado de satisfacción con las condiciones de su entorno laboral. Como quien pone el pie dentro del agua antes de lanzarse de cabeza. Salvo que, en este caso, si la temperatura es muy alta…no es el mejor de los síntomas y es posible que nos encontremos ante un caso de burnout y descontento generalizado que nos esté alertando de las consecuencias que podemos sufrir si no tomamos cartas en el asunto.

Podemos estar de acuerdo entonces sobre la importancia que tiene cuidar el clima laboral de cualquier empresa, que ya no estamos ante una sociedad que se conforma con cualquier condición y que no conoce las posibilidades que empresas con culturas corporativas “más humanas” pueden ofrecer. Hablamos de una sociedad informada y exigente, que sabe lo que quiere. Una sociedad que entiende que el clima laboral debe ser como un buen vino blanco: mejor en frío. 

Mariam Silla

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