Productividad laboral
Cómo realizar una planificación de objetivos generales y específicos
Te contamos cómo realizar la medición y planificación de los objetivos generales y específicos de tu empresa orientados al crecimiento.
Productividad laboral
Te contamos cómo realizar la medición y planificación de los objetivos generales y específicos de tu empresa orientados al crecimiento.
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Marcos Lopez
HR Consultant
3 de noviembre, 2021
Cualquier empresa cuenta con una serie de objetivos, y su planificación es clave para el devenir de la compañía. El hecho de tener una meta que alcanzar aumentará la productividad y calidad del servicio ofrecido, permitirán mejorar los procesos y serán una guía a seguir. Para ello, es necesaria la planificación de objetivos generales y específicos ya que estas no pueden elegirse al azar sino que deben ser fruto de un proceso de análisis premeditado y orientado al crecimiento de la empresa.
A grandes rasgos el objetivo general es la idea central, el fin que persigue un trabajo o proyecto mientras que los objetivos específicos señalan los procesos necesarios para completar con éxito este trabajo o proyecto. Si los generales son más amplios, y un tanto generales, los específicos son mucho más concisos. Lógicamente, ambos objetivos están relacionados ya que sin cumplir con los objetivos específicos la empresa nunca podrá alcanzar con éxito las metas generales planteadas.
Los objetivos generales deben formularse como respuesta a una necesidad o problema que se puede y debe solucionar. Son objetivos a medio y/o largo plazo, el objetivo final. Aunque sean algo más generales, deben formularse de forma clara, concreta y comprensible, sin permitir confusiones, y serán mesurables. Solo a partir de mediciones y comparaciones se podrá saber si se han cumplido o no dentro del plazo establecido. Tanto los objetivos como este plazo deben ser realistas, y su realización debería ser viable.
A partir la los objetivos generales se puede desarrollar la planificación de objetivos y metas específicos. Lógicamente, se formulan después del objetivo general ya que ayudan a lograrlo. Se trata de metas a corto plazo, también comparables y mesurables. También deben estar formulados de forma clara y concisa, y ayudan a distribuir los recursos disponibles. Una buena forma de conocerlos es buscar la respuesta a estas cuestiones:
El proceso de planificación de objetivos generales y específicos comienza con el análisis de la situación actual. Para ello, se puede recurrir a análisis internos y externos del proyecto, hacer un análisis DAFO o del posicionamiento actual y los valores de la empresa. A partir de este análisis, se podrán detectar las necesidades de la compañía que permitirán formular los objetivos a seguir, además de la distancia que separa el punto de partida de la firma del objetivo que se quiere alcanzar.
Siendo conscientes de las necesidades de la empresa, resultará más fácil definir el objetivo general y los específicos. Conviene ser muy cuidadosos con estos últimos. Aunque ayuden a cumplir con el general tener un gran número de objetivos específicos puede ser contraproducente al dificultar el establecimiento de unas prioridades. También es importante el tiempo. Cada tarea tiene un tiempo de duración, así que habrá que establecer plazos realistas para cumplir con los diferentes objetivos.
Llegados a este punto, resultará más fácil distribuir los recursos de la empresa para convertir en realidad los objetivos plasmados en el papel. También hay que tener en cuenta los diferentes obstáculos que puedan aparecer. Anticiparse a las dificultades es clave para superarlas, y conocer los problemas permitirá desarrollar objetivos alternativos o un itinerario diferente que permite alcanzar el objetivo general sorteando los obstáculos. De ahí la importancia de fijar unos objetivos y plazos de tiempo lo más realistas posibles.
Dentro de la planificación de objetivos y metas también es importante establecer los criterios para analizar si se cumplen o no estos objetivos. Es la mejor forma de saber si se avanza en la dirección correcta y al ritmo adecuado para cumplir con los objetivos planteados o si por el contrario se está lejos de esas metas. Un seguimiento continuo permitirá controlar el avance hacia los objetivos y tomar las medidas necesarias para corregir el rumbo si el camino se aleja del destino final.
Para conocer el éxito de la estrategia empresarial, lo más habitual es utilizar una serie de métricas o KPIs, los indicadores de rendimiento o desempeño clave. Estos indicadores permiten comparar los resultados de la empresa con los objetivos que se ha marcado. Cada departamento cuenta con sus propios KPIs: tiempo de espera del cliente para que lo atiendan, tiempo necesario para cerrar una venta o captar el cliente, velocidad de respuesta a las dudas, capacidad de producción, relación coste-beneficio, tiempo medio por tarea, tasa de trabajo por empleado…
En un primer momento, medir estas variables puede resultar algo complicado. Por suerte, existen los software de rrhh y seguimiento de productividad, que entre otras cosas generan informes a partir de los KPIs más importantes. De este modo, desde la dirección de la empresa se soluciones el problema de cómo medir los objetivos empresariales de una forma simple y fácil de usar, que no exige una inversión de tiempo excesivo. Así, en todo momento se puede saber si se están cumpliendo los objetivos.
En resumen, planificar los objetivos generales y específicos es el primer paso para el éxito pero no sirve de nada si no se ajustan a la realidad y no se hace un seguimiento de su cumplimiento. El hecho de lograr las diferentes metas establecidas es sinónimo de una mayor productividad y de eficiencia empresarial.